Dibujo de gárgola medieval, en Viollet-le-Duc, Dictionnaire raisonné de l’architecture, vol. 6, p. 27
APUNTES (3) PARA LA TEORÍA E HISTORIA DE LA INTERVENCIÓN EN EL PATRIMONIO: VIOLLET-LE-DUC
La escena francesa tras la Revolución, comportará la incorporación de diversas responsabilidades en relación al Patrimonio1. Uno de ellos, y quizás el más significativo será, en 1831 el nombramiento de Ludovique Vitet como Inspector General de Monumentos, cargo que en 1834 será sucedido por Prosper Mérimée. Tal como afirma Molina2, estos dos primeros nombramientos sentarán las bases teóricas e intelectuales que más tarde llevará a cabo Eugene Emmanuel Viollet-le-Duc en sus intervenciones sobre el patrimonio y la restauración de monumentos: la necesidad de la documentación previa y el uso de analogías para la reposición.
En 1837 se crea la Comisión de Monumentos Históricos, que iría informando periódicamente al Ministro del interior, sobre la situación de los monumentos.3 El 10 de agosto de ese mismo año, se redacta una circular oficial a los prefectos con el llamamiento a construir el repertorio de los antiguos monumentos y clasificarlos por orden de importancia indicando las sumas de dinero necesarias para conservarlos o restaurarlos a un buen estado. Aparece por primera vez la idea de «clasificar», instrucción dada a la recién creada ese mismo año
Para Ludovique Vitet, la necesidad de un amplio conocimiento cultural y artístico será fundamental para llevar a cabo cualquier trabajo de restauración:
Es necesario conocer a fondo todos los procesos del arte, no sólo en sus principales épocas, sino en tal o cual periodo de cada siglo para reconstruir, si fuera necesario, la parte entera de un edificio a partir de sus restos, no por hipótesis o capricho sino por medio de una severa y concienzuda inducción. 4
En este conocimiento, Vitet defiende que cada irregularidad en una obra de arte puede constituir el hecho histórico que permita verificar una época, una escuela o una idea simbólica. El propio Vitet explicará, refiriéndose a la restauración de monumentos antiguos, que sus reflexiones nacen a partir de lo que el resto de las artes ya habían puesto en práctica como reflejo de su época, pero no aún la arquitectura. Ideas que no serán compartidas por su gran amigo y segundo inspector a partir de 1834, Prosper Mérimée, quien por el contrario afirmará que se debe
consolidar conservando las partes destruidas mientras existan ciertos trazos, sobretodo no inventar nada.5
La prudencia de Mérimée frente a la ausencia de restos equivaldrá a no inventar, no proponer reconstrucción. En consecuencia será consciente de la imposibilidad de salvar todos los monumentos, distanciándose así de la voluntad de reconstrucción de Vitet.
A estas reflexiones sobre la idea de restauración se unirá una tercera voz, la de Viollet-le-Duc cuando, en 1838 y con 24 años, es nombrado auditor sustituto de la Comisión de Monumentos Históricos. Viollet había rechazado a los 17 años entrar en la École des Beaux Arts, entrando a trabajar en la Société Française d’Archéologie, una sociedad dedicada a la restauración. En 1835 viaja a Italia durante 17 meses, visitando y dibujando su arquitectura. En una de las cartas enviadas a su tío y mentor, Eugène Delecluze, le confesaba su desaprobación con las obras de Palladio, Vignola y Sansovino quienes, a su juicio, habían tratado de «disciplinar el renacimiento».6 Viollet había crecido escuchando de joven cada domingo, de 2 a 5, las reuniones de intelectuales y artistas que su tío, declarado republicano y anticlerical, organizaba en su casa con Mérimée y otros invitados contrarios a la Academia. Durante esa época, el joven Viollet recibía clases de dibujo a la vez que se contagiaba cada vez más del espíritu libre y radical de su tío. A la vuelta del viaje de Italia acompañará a Mérimée por Francia en calidad de inspector de monumentos hasta que, en 1840, Viollet será el responsable del estudio de la iglesia abacial de Vézelay.
El panorama cultural seguía debatiendo acerca de la postura a tomar respecto la intervención en el patrimonio. En 1844 Adolphe Napoléon Didron, profesor de historia y consumado especialista en arte cristiano, funda los Annales archéologiques —historia de la arquitectura cristiana de la Edad Media—, mientras llevaba a cabo una extensa monografía sobre la catedral de Chartres junto a Eugène Emmanuel Amaury Duval y Jean-Baptiste Lassus. Didron afirmará en 1840, junto al Presidente del Comité de las artes y los monumentos, que
En el caso de monumentos ruinosos, es mejor consolidar que reparar, mejor reparar que restaurar, mejor restaurar que embellecer; bajo ninguna circunstancia debe ser eliminado.7
Estos principios son los que regían un sistema de restauración propuesto para la catedral de Laon, en estado ruinoso, pero inauguraban un protocolo de carácter general para los edificios históricos. ¿Qué posición adoptará, en todo este entramado, Viollet-le-Duc?
Su experiencia con Mérimée será fundamental para consolidar una determinada manera de actuar. Viollet dejará escritas sus reflexiones en sus dos principales textos: el Dictionnaire raisonné de l’architecture française du XIe au XVIe siècle —diez volúmenes publicados entre 1854 y 1869—, y Entretiens sur l’Architecture, en los que otorgará a la Restauración el mismo valor que las ciencias positivas otorgaban a la idea de clasificación morfológica y, en consecuencia, se tratará de encontrar las leyes del propio edificio inserto en un sistema más general que permitirá a Viollet entender su propia lógica interna. Esta manera de proceder es antagónica a la idea de restauración renacentista que partía de un programa propio que se imponía al edificio preexistente. Entender la lógica interna del edificio quería decir ser capaz de leer, en la preexistencia, un potencial apto para posibilitar su finalización en plenitud de estilo.
Viollet apelará al gótico como el estilo que representa el genio especial francés, un estilo que se hallaba en total armonía entre el arte y el espíritu de los pueblos de la Edad Media y que había evolucionado mejor que ningún otro en base al método de cubrimiento del espacio y las relaciones entre la estructura soportante de esas cubriciones y la sustentación del edificio. Lo que viene a decir que la cuestión histórica y la estructura-evolutiva de la arquitectura, deben tratarse como una unidad.
Dos serán, por tanto, las ideas principales de sus textos a aplicar en la restauración: por una parte, la búsqueda de una unidad de estilo; el estilo ya no depende de cada pieza en individual sino que debe encontrarse en base a los tipos edificatorios. Y por otra, «la conciencia de que las formas del pasado, entendidas racionalmente en sus principios, servirán para entender el presente».8 Para demostrarlo, Viollet explica que el edificio por excelencia de la arquitectura medieval es la iglesia, un edificio de tres naves y cubierto de una estructura de madera. Es un edificio ligero con unas dimensiones entre soportes pequeñas, pero posibilidades de luz importantes. Pero un edificio que presenta el problema de los incendios dada su estructura de madera. La solución inmediata es cubrirlo con piedra, transformando la estructura en bóvedas de piedra, pero ello comporta nuevos problemas: fuertes cargas, y empujes laterales. La manera de soportar estos empujes será reforzando las paredes con gruesos y dimensiones extraordinarias. Estas paredes, sin embargo, no podrán tener grandes aberturas para el paso del aire y la luz, porque no podrán descargar los empujes. provocando que el templo sea muy oscuro. El camino para solucionarlo es substituir la bóveda de piedra por bóveda de arista generando unas aristas allí donde se produce el encuentro de las dos bóvedas. Estas aristas estarán más cargadas, y transmitirán los esfuerzos a una pared ya no continua, sino a puntos determinados de esta pared. El paso final se produce en el gótico, donde la arista es considerada nervio estructural, de manera que transmite el esfuerzo clara y puntualmente a un punto determinado.9
El estudio de la estructura constructiva lleva a Viollet-le-Duc desde un edificio que aguanta el peso gracias a la masa, a un edificio que se divide en zonas estructurales y otras de cerramiento. La estructura se ve, es perceptible, y el cerramiento se resuelve con elementos reducidos a su mínima expresión de dimensiones filiformes, de forma que la estructura no trabaja por equilibrio estático sino por equilibrio dinámico, conduciendo los esfuerzos desde las bóvedas a los arbotantes, etc. Viollet-le-Duc identifica este equilibrio como un equilibrio razonado. Sin olvidar por otra parte la dificultad, argumenta Viollet, de la incorporación del material moderno, el hierro, a la arquitectura greco-romana por su específica condición lingüística; mientras que su adaptación sí será posible a partir de los métodos y principios de la arquitectura creada a partir del siglo XII.
En definitiva, y sin entrar en las críticas —por ejemplo, Pol Abraham10, en 1934— de la comprensión del gótico que hace Viollet, su mérito reside en hacer de dicho estilo no solo un caso de estudio sino un modelo para la arquitectura de su tiempo, en la que restaurar también formará parte de su moderno concepto de intervención:
La palabra y la cosa son modernas. Restaurar un edificio no es mantenerlo, ni repararlo, ni rehacerlo, es restablecerlo a un estado completo que pudo no haber existido nunca.11
1: Françoise Dierkens-Aubry. «Les premiers travaux de la Commission des Monuments Historiques 1837-1848. Procès-verbaux et relevés d’architectes.» En Revue belge de philologie et d’histoire, vol. 62, fasc. 2, 1984.. pp. 424-426
2: Véase Augusto Molina Montes. La Restauración Arquitectónica de Edificios Arqueológicos. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1975.
3: Algunas de las listas e informes se pueden consultar en línea en la Médiathèque de l’architecture et du patrimoine – École Nationale de Chartes:
http://elec.enc.sorbonne.fr/monumentshistoriques/index.html#commission_1
4: «Il faut connaître à fond tous les procédés de l’art , non-seulement dans ses principales époques, mais dans telle ou telle période de chaque siècle, afin de rétablir, s’il le faut, toute une partie d’un édifice sur la vue des simples fragments, non par caprice ou hypothèse, mais par une sévère et consciencieuse induction.»
Ludovique Vitet, Étude sur les Beaux-Arts.Essais d’Archéologie et fragments littéraires. Tome premier. Paris: Comptoir des Imprimeurs-Unis, 1846, p. 290.
5: «Consolider en conservant les parties détruites lorsqu’il en existe des traces certaines, surtout ne rien donner à l’invention.» Prosper Mérimée, Rapport a la Comission, 1848. Citado en Jannie Meyer. «Mérimée et les Monuments historiques», en Littératures n. 51, 2004, pp. 145-156.
6: Sir John Summerson, «Viollet-le-Duc et le point de vue rationnel», en Geert Bekaert (coord.), À la recherche de Viollet-le-Duc. Bruxelles: Mardaga éditions, 1995.
7: «En fait de monument délabré, il vaut mieux consolider que réparer,
mieux réparer que restaurer, mieux restaurer qu’embellir ; en aucun cas il ne faut supprimer.» Gasparin, Pair de France, Président du Comité des arts et des monuments. A. N. Didron, Secrétaire. Bulletin archéologique publié par le Comité historique des arts et monuments. Premier volume. p. 47.
8: Rafael Moneo Vallés, Ignasi de Solà-Morales Rubio, Apuntes sobre Pugin, Ruskin, Viollet-le-Duc. Composición – Curso de doctorado ETSAB. Barcelona, 1975, p. 57.
9: Extracto parcial de la voz «Architecture», en Viollet-le-Duc, Dictionnaire raisonné de l’Architecture française du XIe au XVIe siècle. Tome premier. Paris: R. Bancé éditeur, 1854, pp. 116-451.
10: Cfr. Pol Abraham, «Viollet-le-Duc et le rationalisme médiéval», en Bulletin Monumental, tome 93, n°1, année 1934.
11: «Le mot et la chose sont modernes. Restaurer un édifice , ce n’est pas l’entretenir, le réparer ou le refaire, c’est le rétablir dans un état complet qui n’avoir jamais existé à un moment donné.» Voz «Restauration» en Viollet-le-Duc, op. cit., vol. 8, p. 14.